Algunos de sus ungüentos y pócimas eran hechos usando hongos, como la Amanita muscaria, conocido popularmente como “matamoscas” o “falsa toronja”. Este hongo es un potente estimulante psicoactivo, y su ácido iboténico se convierte en muscitol al secarse, con efectos que van desde la euforia y alivio del cansancio en dosis bajas, hasta la somnolencia.

Civilizaciones del actual México

En las ceremonias aztecas era usual atender a los invitados con hongos endulzados con miel. El cronista indígena, Alvarado Tezozomoc indica que durante el agasajo de coronación de Moctezuma II, no faltaron los hongos: “les dieron a comer hongos montesinos, se embriagaban con ellos y con esto entraron a la danza”.

Hongos alucinógenos

Censura de la iglesia

Los actos posteriores al consumo de los hongos, fueron satanizados por la iglesia en su proceso de evangelización, que yo más bien catalogaría de “persecución”. Considerado como un culto endemoniado, de tal manera que fue deliberadamente escondido en el transcurrir del tiempo, y solo conocido por las civilizaciones ancestrales.

Para 1915, el etnobotánico, William E. Safford, identificó otras plantas psicoactivas y en definitiva dijo que el teonanácatl no había existido, alegando que quizás los nativos engañaron a los conquistadores con trozos de cactus peyote deshidratados.

En los años 30, otro grupo de estudiosos de la botánica le siguieron la pista a esta historia, y fue el austriaco, Roberto J. Weitlaner, en 1936, que al visitar el estado de Oaxaca en la Sierra Mazateca, estuvo a punto de presenciar reuniones de los nativos, donde los efectos del hongo quedarían registrados, pero no le fue posible.

Pero en 1938, Jean Bassett Johnson, prometido de Irmgard, hija de Weitlaner, continuó la investigación, siendo ellos los primeros antropólogos en presenciar una ceremonia del teonanácatl. La impresión fue tal que les faltó el valor para probar los hongos y vivir la experiencia.

 

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Hongos bajo el microscopio

El temor a la reacción del consumo de los hongos acabó con el anhelo académico, ya que enviaron varias muestras a un colega en la Universidad de Harvard, pero las muestras se dañaron durante el envío, lo que obligó a Shultes y Reko a viajar nuevamente a México, para recolectar varios ejemplares de hongos que fueron catalogados del género Psilocybe.

Los estudios de estos exploradores se truncaron por la II Guerra Mundial, sus científicos desviados a otros proyectos, o muertos, hicieron caer en el olvido a los hongos, hasta que se interesó a la devoción indígena, Robert Gordon Wasson, tras leer los relatos de aquellos hombres del pasado.

Hoy se sabe que al consumir estos hongos se experimenta náuseas y frío, bajada brusca de la temperatura corporal, el pulso disminuye y hay un efecto diurético casi inevitable, el cuerpo se siente acortado y puede lesionarte sin tener dolor. Las visiones se vuelven multicolores y aparecen formas geométricas, pierdes la seguridad en tus conocimientos anteriores, se nubla la vista y hay dilatación de las pupilas. El efecto dura 5 horas que pasan demasiado rápido. Después de eso caes en un sueño profundo con un despertar totalmente reparador. Esto según la hija del investigador Wasson, Masha en 1955.

Así que “evite confusiones, consuma especies colectadas por personas conocedoras de los hongos no dañinos en cada región”.