Papantla se ubica al norte del estado de Veracruz, a 270 kilómetros de su capital. Fundada en el año 1200 por indígenas de Tuzapan de herencia Olmeca, cuenta con paisajes de ensueño, con colinas en degradé de verdes, conocida por el cultivo de la vainilla, la cestería, cerámica y otras artesanías.  Pero lo más llamativo son “los voladores” o también conocidos como “hombres pájaro”.

Originalmente la ciudad se llamaba “El Tajín”, que significa “Ciudad del Trueno”, pero con la llegada de los españoles la bautizaron como “Papantla de Santa María de la Asunción”, hoy en día se llama “Papantla de Olarte”, en honor al insurgente Serafín Olarte, oriundo de esa localidad.

La tradición de los voladores es originaria de México y Guatemala, relacionada con la fertilidad, se celebra en tiempos de corpus Cristi en junio, y surge para agradar a los dioses a través de una danza de grandes proporciones, representando a las aves con el sonido de la flauta, la voz de Dios con el tronar del tambor y los cuatro puntos cardinales (norte, sur, este y oeste) que son los 4 hombres que suben un tronco traído de las montañas, con 40 metros de altura, para desde ahí volar, descendiendo en giros, vestidos con alegres atuendos tradicionales que representan aves tropicales.

La milenaria tradición de los Voladores de PapantlaSu majestuosidad y significado le ha valido para ser incluida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la “Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura” (UNESCO). El Caporal es el músico, baila en la parte superior del poste y gira hacia los 4 puntos cardinales, comenzando por el oriente, pues es desde allí donde se original la vida, donde nace el Sol. A cada señal del caporal es un tipo de acrobacia que hacen los voladores, en una de ellas cada danzante volador salta al vacío, sujetado por la cintura, boca abajo y afianzándose con las piernas, y gira 13 veces cada uno de ellos, simulando descender por los 13 cielos del dios Sol, que multiplicado por los cuatro voladores resulta en 52, ya que este número es el símbolo del ciclo de 52 años del calendario indígena o Xiuhmolpilli, después de las cuales un nuevo sol nace y la vida sigue su curso. Finaliza cuando los participantes abren el círculo y tocan el suelo.

Volar para ellos representa la bonanza colectiva y el llamado de la sangre, conservando su fe y sus tradiciones que dan de la época prehispánica. No se trata de un acto de valor; sino una tradición milenaria de los pueblos originarios que no debe perderse con la modernidad, por el contrario, ser admirada y comprendida en todo su esplendor.

Hoy en día se pueden apreciar los fines de semana y feriados, para ello los turistas nacionales y extranjeros se reúnen en torno al gigantesco poste que ahora es de metal, por la dificultad de encontrar arboles de ese tamaño como al principio, y en intervalos de cada hora los voladores suben a representar su ritual y al finalizar piden una colaboración a los presentes.