¡Qué tal que por un momento comparamos nuestro cuerpo con un gran laboratorio de química, donde se unen elementos que a su vez reaccionan, ocasionando una respuesta de esa mezcla! Esto, traducido en el funcionamiento de nuestro organismo, sería el proceso inflamatorio o desinflamatorio al momento de ingerir cualquier tipo de alimento; por supuesto que el resultado dependerá de nuestras decisiones a la hora de comer.

Nuestro cuerpo nos envía mensajes constantemente, pero no hemos aprendido a interpretarlos. Si bien, es una realidad que la crianza que hemos recibido juega un papel muy importante, no debe ser una excusa para victimizarnos y poner de pretexto: “que nuestro cuerpo es producto de una herencia genética”, cuando tenemos claro que nuestros hábitos alimenticios no son del todo saludables, y sumado a esto, buscamos la salida fácil con la automedicación para bajar de peso en poco tiempo y “esconder” un síntoma, sin descubrir la causa del padecimiento, y peor aún, poniendo en riesgo nuestra salud con los famosos “productos milagro”.

Escuchemos a nuestro cuerpo

Reconozcamos que somos lo que comemos…

Aunque parezca mentira, nuestro cuerpo nos habla a través de los fluidos corporales, el aspecto de la piel, las uñas, el cabello, al sentir demasiado frío o cansancio sin motivo, ansiedad, cambios de humor, estreñimiento, picores por todos lados, dolores de cabeza constantes o en articulaciones, y lo que sin duda nos genera alerta, es cuando llegamos a engordar o adelgazar rápidamente sin aparente motivo. De ahí la importancia en detectar y atender su mensaje, dándole la importancia necesaria para que un problema quizá simple, no se vuelva incontrolable.

El poder de cambiar está en ti mismo

Si bien todos llegamos a sufrir de los famosos “ataques de ansiedad”, es de suma importancia que sepamos identificarlos y tener claro que no es hambre, sino ansiedad; así como aprender cuáles son las opciones adecuadas para saciarlos. Debemos hacer conciencia y ser realistas, entender que: “la boca es solamente tuya, y eres el único responsable de tu salud”.

Nos pasamos la vida tratando de justificar esos malos hábitos, “que si no tenemos tiempo de preparar los alimentos, que si por el trabajo siempre comemos en la calle, que comer sano es más caro…”, y así como estos, infinidad de pretextos que nos ponemos, intentando convencernos a nosotros mismos sobre esas malas decisiones alimenticias.

Debemos cambiarnos el chip, antes de meternos cualquier alimento a la boca tenemos que pensar en el bien o mal que le hará a nuestro organismo, analizar si es hambre o ansiedad, así como no perder de vista el daño que nos hacen todos aquellos productos procesados que normalmente son los que tenemos de fácil acceso. Los alimentos constituyen el combustible del cuerpo, creando un balance para que las hormonas respondan en favor o en contra.

Reconozcamos que somos lo que comemos…

Vuelve a lo natural y menos procesado

Hablar de lo natural es ir directo a la esencia, a lo que no ha pasado por procesos químicos, eso que la naturaleza nos proporciona. Evitar o reducir el consumo de los productos comestibles procesados, que son todos aquellos productos alterados por la adición o introducción de sustancias como: sal, azúcar, aceite, conservadores y/o aditivos, que cambian la naturaleza de los alimentos originales, con el fin de prolongar su duración, hacerlos más agradables o atractivos al paladar.

Un cuerpo saturado de toxinas es sinónimo de problemas de alergias respiratorias, hinchazón abdominal, estreñimiento, gases, trastornos digestivos e intestinales, insomnio, ronquidos, dolor de cabeza, erupciones en la piel, colesterol y triglicéridos altos, caos en el sistema linfático, retención de líquidos y problemas circulatorios, entre otros.

Se dice fácil, pero es un proceso que requiere de primer instancia la conciencia, prepararse desde adentro para posteriormente llevarlo a cabo como un acto de amor hacia nosotros mismos.

Resetea tu cuerpo

Experimenta un método donde solo incluyas en tu alimentación productos lo más naturalmente posible, conectados con lo fresco, sano, libre de conservadores y químicos. La limpieza y el cambio ocurre sin pasar hambre, comiendo alimentos diferentes, es un despertar del paladar, rescatar la sabiduría de tu cuerpo. Evita lo más posible los refrescos o jugos envasados, que tienen publicidad engañosa al afirmar que contienen alto contenido en frutas, cuando la realidad es que lo que más contienen es azúcar.

Es un cambio de alimentación y de patrones de pensamiento, donde descubrirás:

  • Cuáles pueden ser las posibles intolerancias a los alimentos.
  • Desaparición de molestias habituales.
  • Fortalecimiento del sistema inmune.
  • Conectar tu cuerpo con sus necesidades.

Reconozcamos que somos lo que comemos…

“Recuerda que tu cuerpo es único, y es donde habitarás toda la vida, la buena o mala vida que le des, será la salud o enfermedad que tú mismo te estés regalando, valóralo, ámalo y cuídalo. Empieza por ti, pero sé un ejemplo para los tuyos, recuerda que somos el espejo de las nuevas generaciones”.

 

Les invito a seguir la cuenta de instagram de Gaby Bogani, coach nutricional, que te hará despertar hacia el conocimiento de tu cuerpo. Además de ofrecer programas y compartir recetas que te ayudarán en ese camino necesario para vivir mejor.