No necesitó estudiar moda para alcanzar su sueño, y es una de las diseñadoras de vestidos de novia más famosas de la actualidad, su nombre Pnina Tornai.

Nace en Ramat, Israel, bautizada como Pearl, al hebreo traducido Pnina, es la mayor de 4 hermanas,  su padre era un diplomático israelí en Alejandría, Egipto, y su sueño siempre fue ser actriz: “Realmente nunca aprendí en la escuela. Me senté en clase y dije: ¿Por qué necesito matemáticas para ser actriz?”. Hizo sus estudios de secundaria y luego se alistó al servicio militar de Israel, al terminar decidió seguir una carrera de actuación, se inscribió en la escuela dramática de Israel y luego en París. En esa época se casó con su primer esposo y nació su hijo David. En ese momento todo lo que quería ser era una actriz, y lo fue en su país, participó en obras y comedias, y es reconocida como actriz en su natal Israel.

Se convirtió en madre a los 23 años y el entusiasmo hacia su sueño dejó de ser tan importante. Fue un matrimonio difícil y abusivo, por eso cualquier novia que llega a ella con su historia y le haga saber cómo se siente, si hay dudas y dificultades, Pnina le dará un consejo correcto, no importa que en ese momento no se lleve un vestido, porque lo que vivió le permitió compartirlo a otras mujeres. Cuenta que en ocasiones las novias han suspendido sus bodas y regresan años más tarde felices y con un anillo de compromiso.

Cuando la vida le puso contra la pared en su primer matrimonio pensó en dos opciones: en tener autocompasión y soltar todo, o volverse la mujer que es ahora, en aquella época perdió a su hijo, su padre se lo llevó. Y aunque estaba sin esperanza ni razones para vivir, decidió seguir adelante con su sueño, sabía que su hijo regresaría, la encontraría fortalecida y con el ejemplo de luchar por lo que se quiere en la vida.

Un “Pnina Tornai”, el vestido que toda novia sueña

¿Cómo llegó a la moda?

Desde la infancia dibujaba vestidos, sus cuadernos estaban repletos de bocetos de vestidos, y todo lo que tuviera que ver con la moda. Así que encontró una costurera y comenzó a crear patrones a partir de su propia ropa y los convirtió en otra cosa. Alquiló un pequeño local en Tel Aviv, no tenía suficiente dinero para contratar una modelo, así que ella misma fue su propia modelo, pero cada vez que se miraba al espejo, examinaba el vestido y veía su calidad, cuando llegaba un cliente y le decía: ¿Dónde puedo conseguir este vestido?, a pesar de hacer hermosos vestidos, no tenían nada que ver con novias, y fueron las clientes quienes la impulsaron a elaborar vestidos de novia. Después todos querían tener sus piezas, las novias lloraban porque no alcanzaban a ubicarse en sus órdenes. No tenía suficientes costureras, las contrataba cada vez que las finanzas lo permitían.

Su meta en Israel se cumplió y dice haber realizado un vestido de novia para cada familia de su país, por ello pensó en expandirse y soñaba con Nueva York. Estando aún en Tel Aviv, la visitó una novia con su madre, apartaron dos vestidos, y al día siguiente el padre cerraría el trato, solo que llegó para decirle que sus vestidos eran muy costosos y que tendría que acordar un trueque, entonces ella le pidió conocer a los dueños de la tienda Kleinfeld en Brooklyn, al hombre le costó unos días pero lo logró, y le dijo “ya tiene su cita”.

Lo que seguía era dirigirse a Kleinfeld con sus trajes, admite que no fue fácil, recuerda que al mostrar los vestidos, el comprador le dijo: “nunca venderemos esta ropa en Estados Unidos, son demasiado sexys”. Fue devastador regresar con sus trajes y llorar todo el tiempo por no alcanzar su propósito.  Una vez recuperada de lo emocional, decidió hacer vestidos para mujeres americanas, apegadas a lo clásico y conservador. Nunca se rindió, trabajó en una nueva colección y envió un correo electrónico a Kleinfeld: “Por favor, muestre estas prendas en su tienda, si no las venden, envíelas de vuelta”. Dos semanas después recibió una llamada del propietario de Kleinfeld: “Creo que tenemos un problema con tu ropa”. Y dijo: “No, no de nuevo, por favor, hice todo lo que podía hacer”. Pero la tienda le dijo: “Bueno, estamos vendiendo demasiados, y no estamos seguros de que puedas ganar mucho”.

El resto es historia, su popularidad se extrapoló, en la calle la reconocen las novias, atiende de 90 a 120 citas los fines de semana, y forma parte del programa “¿Le dices Si al Vestido?” que se transmite a 120 países y llevó su fama a otro nivel. Su opinión está en cada vestido que vende, visita la tienda de Nueva York y sus otras tiendas porque sus creaciones que se venden en todo el mundo. Gran parte de su inspiración proviene de sus viajes a lugares exóticos donde conoce nuevas culturas y hermosos entornos; es capaz de “ver las cosas de manera diferente, como si las estuviera experimentando por primera vez”.

Tornai también significa calzado, accesorios, tocados, fragancias, vestidos de noche y caftanes que representa sus raíces. En su marca se involucra la familia: su esposo, es su gerente comercial; su hermana, es su maquilladora; y su hijo es su diseñador gráfico. Pnina crea vestidos al soñarlos, trabaja para resaltar la “princesa interior” en cada novia, lo que inspira son las telas que usa y sus diseños. Después de completar los diseños, sus vestidos de novia ultra femeninos se cosen totalmente a mano.