Luego de ser el epicentro principal donde surgió la pandemia del coronavirus, China ha realizado intentos titánicos para encontrarle una salida a la crisis causada por el COVID-19, entre ellas un boom en el campo de la construcción. Este auge en la construcción en el país asiático ha alarmado a las instituciones ambientales por las abismales emisiones de carbono que ha alcanzado.

Las emisiones de China han sido exponenciales en el primer cuarto del 2021, se calcula que las emisiones por combustibles fósiles y de la producción de cemento (indispensable para la construcción) han incrementado en un 14.5%. Según el CREA (Centre for Research on Energy and Clean Air), este crecimiento en las emisiones de China han sido las más elevadas en más de una década.

Muchas personas especularán que se trata de un repunte por el poco movimiento humano y de desarrollo que se vio detenido dramáticamente en el país durante la pandemia del 2020, lo cual es cierto en parte. El CREA estableció que las emisiones son 9% mayores a las del primer cuarto de 2019 antes del COVID-19.

Este escandaloso incrementos del CO2 es directo reflejo de las restricciones y cuarentenas implementadas en el 2020, requiriendo mayor gasto de energía fósil, esto explicaría los gases emitidos por combustibles fósiles. Por otra parte, es indispensable reconocer el crecimiento económico que ha apuntado China post-pandemia, en un desarrollo agigantado en la construcción, lo que lleva a una histórica demanda y producción de cemento y acero.

Según datos arrojados por el Carbon Monitor, para finales de marzo del 2021 las emisiones de China – solo de China – generaron 12 mil millones de toneladas de CO2, representando un crítico record histórico. El tracker de emisiones de CO2 global interpretó que cerca del 21% fue el incremento de CO2 del país asiático, solo en el primer cuarto del 2021.

Una enorme problemática atormenta a China, queriendo su presidente Xi Jinping reducir las emisiones de carbono del país y volverlo neutral de este agente contaminante para el año 2060. Al mismo tiempo, Xi Jinping está en la búsqueda furtiva de doblar el GDP de China con el 2035 como marca tope. Ante esta necesidad impuesta por el gobierno chino – y aunado a una crisis generada por el COVID – las emisiones protagonizan una piedra en el zapato de la segunda economía del mundo.