Galardonado como “padre de la guerra química”, Premio Nobel de Química 1918. Fritz Haber también puso en manos de la ciencia sin saberlo, una alternativa a otro enemigo, el cáncer.

Nació en Polonia en 1868, desarrolló la síntesis del amoníaco de gran importancia para fertilizantes, además de otros trabajos, pero su más relevante despliegue fue con el gas dicloro y otros gases venenosos durante la Primera Guerra Mundial. Sus actos le costaron el suicidio de su esposa, opuesta a sus prácticas a pesar de ser también química.

Desde 1915 se usaron gases químicos causando horror a los soldados, y el problema era que la mostaza sulfurada se absorbía a través de la piel. Ni siquiera cubierto de ropa se estaba protegido. La muerte podía tardar hasta seis semanas y la agonía era terrible.

Los científicos buscaron desarrollar un antídoto contra ésta arma. En ese proceso descubrieron que el gas dañaba irrevocablemente la médula ósea haciendo que los soldados vieran afectada su capacidad de producir glóbulos rojos. Esto dio a los científicos una idea, las células cancerosas comparten un rasgo con la médula ósea: ambas se replican rápidamente; así, ¿podría una de las atrocidades de la guerra convertirse en un defensor en la lucha contra el cáncer?  Los investigadores en la década de 1930 siguieron esta idea mediante la inyección de compuestos derivados de gas mostaza en las venas de los pacientes con cáncer. Se tomó tiempo, ensayo y error para encontrar tratamientos que hicieran un bien más que un daño, pero hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, descubrieron lo que se conoce como los primeros medicamentos de quimioterapia. Hoy en día, hay más de 100.

Estos medicamentos se administran en pastillas e inyecciones, y usan “agentes citotóxicos”, lo que significa que los compuestos son tóxicos para las células vivas. En esencia, estos medicamentos causan un cierto nivel de daño a todas las células del cuerpo, incluso a las sanas; sin embargo, la mayoría aplica sus efectos más potentes a las células que se dividen rápidamente, precisamente la característica del cáncer.

Tomemos, por ejemplo, los primeros medicamentos de quimioterapia, que todavía se utilizan hoy en día y son llamados agentes alquilantes. Estos se inyectan en el torrente sanguíneo y los llevan a las células de todo el cuerpo, una vez dentro, cuando la célula expone su ADN con el fin de copiarlo, dañan los bloques de construcción de la estructura de doble hélice del ADN, lo que puede llevar a la muerte celular, a menos que se repare el daño. Debido a que las células cancerosas se multiplican rápidamente, toman una alta concentración de agentes alquilantes, y su ADN está expuesto frecuentemente y rara vez es reparado, por lo que mueren más frecuentemente que la mayoría de las otras células, que tienen tiempo para arreglar el ADN dañado y no acumulan las mismas concentraciones de agentes alquilantes.

Fritz Haber, la ironía de un descubrimiento contra el Cáncer

Otra forma de quimioterapia es con los llamados estabilizadores de microtúbulos. Las células tienen pequeños tubos que se arman ayudando con la división celular y la multiplicación del ADN, que entonces, se vuelven a romper, cuando los estabilizadores de microtúbulos entran en una célula, mantienen esos pequeños tubos de desmontaje, evitando que la célula complete su replicación, lo que lleva a su muerte.

Estos son solo dos ejemplos de los seis tipos de medicamentos de quimioterapia que se usan para el cáncer hoy. Pero la quimioterapia tiene una gran desventaja, y es que afecta a otras células sanas en el cuerpo que, naturalmente, tienen que reponerse rápidamente. Los folículos pilosos, las células de la boca, el revestimiento gastrointestinal, el sistema reproductor y la médula ósea son atacados tan duro como el cáncer. Parecidos a las células cancerosas, la rápida producción de las células normales lleva a que toman recursos más frecuentemente y por eso están más expuestas a los efectos de los medicamentos de quimioterapia.

Esto conduce a efectos secundarios: pérdida de cabello, fatiga, infertilidad, náuseas y vómitos. Los médicos recetan opciones para ayudar a manejar estos efectos, como fuertes medicamentos contra las náuseas. Contra la pérdida de pelo, los dispositivos de tapas frías pueden ayudar a reducir la temperatura alrededor de los vasos sanguíneos de la cabeza sujetando y limitando la cantidad de los medicamentos de quimioterapia que llegan a los folículos pilosos. Una vez que el tratamiento de quimioterapia ha terminado, los tejidos sanos gravemente afectados se recuperarán y comenzarán a renovarse como de costumbre.

Fritz Haber, la ironía de un descubrimiento contra el Cáncer

En 2018 más de 17 millones de personas fueron diagnosticadas con cáncer; sin embargo, la quimioterapia y otros tratamientos han cambiado las perspectivas de vida de muchos. Basta con saber que el 95 % de los individuos con cáncer de testículo sobreviven gracias a los avances en el tratamiento, incluso en personas con leucemia mieloide aguda, un cáncer de sangre agresivo, la quimioterapia ayuda a remitir la enfermedad al 60 % de pacientes menores de 60 años tras su primera fase del tratamiento. Los investigadores todavía están desarrollando intervenciones más precisas que solo se dirijan a las células cancerosas. Eso ayudará a mejorar las tasas de supervivencia, dejando los tejidos sanos con daños reducidos, logrando que una de las mejores herramientas para luchar contra el cáncer sea aún mejor.