Ha sido una de la bodas catalogadas como un “cuento de hadas”, siendo de las más bonitas y muy  recordada en todos los tiempos. Ya han transcurrido seis décadas, y la boda de la bellísima actriz Grace Kelly (1929–1982) y el Príncipe Rainiero de Mónaco (1923-2005), hace eco en la historia de la realeza.

Al cumplirse el 65 aniversario, recordaremos cómo empezó esta historia de amor, y cuyo enlace estuvo a punto de no realizarse.

Ellos se conocieron gracias a una sesión de fotos y a un encuentro en un tren. En la primavera de 1955, Grece era una de las actrices favoritas del mundo, y había sido acreedora de un premio de la Academia por su película “La angustia de vivir”, superando a sus compañeras de nominación como Audrey Hepburn o Judy Garland.

Grace provenía de una acaudalada familia católica de Filadelfia, donde le habían inculcado el matrimonio y el deber de tener hijos. Para ese entonces, ella como una de las más bellas de la industria del cine, estaba de romance con el actor francés,  Jean-Pierre Aumont, quien la convenció de viajar a la Costa Azul y en donde se celebraba la octava edición del Festival de Cine de Cannes.

Gracias a este viaje en tren le hicieron una invitación para conocer Mónaco, ello fue -según las malas lenguas- orquestado por Aristoteles Onassis, ya que el tenía intereses financieros en el pequeño principado, y fue quien le sugirió a Rainiero que contrajera matrimonio con una estrella de cine, con la intención de colocar en el ojo público al principado.

La culpable de que este encuentro no se llegará a concretar fue una ordinaria plancha, el hotel donde se encontraba hospedada Grace, se había quedado sin electricidad, su cabello estaba mojado y no tenía ningún vestido planchado, por lo que estuvo a punto de cancelar la sesión de fotos. A pesar de contar con vestidos de alta costura, corrían el riesgo de llegar arrugados, solo uno con estampado de flores que había sido regalado por una revista de patrones.

Se le camufló el cabello mojado con un recogido con flores artificiales que tomaron del hotel y así superaron este obstáculo. Con un poco de molestia por su parte, ya que el Príncipe no llegaba, comentó que era un poco descortés el hecho de tenerlos esperando de esa manera. pero entonces, cuando ya se disponía a retirarse hizo su entrada el príncipe, ella le hizo una reverencia discretamente y se dieron la mano.

A raíz de este encuentro, dieron un recorrido por los jardines del Palacio, visitaron el zoológico privado y quedó retratada en los reportajes que salieron en el Paris-Match. En pocas semanas de tal encuentro, ella terminó su romance con el actor Aumont y comenzó una relación a través de cartas. El hecho terminaría en un compromiso, cuando el príncipe una Navidad le obsequió a Kelly un anillo de compromiso de Cartier, una pieza de platino con un diamante de 10 quilates (el cual lució en su papel en la gran pantalla Alta Sociedad), dos meses antes de la boda él comentó:

“Yo creo que lo mejor sería que no siguiera en el cine, yo he de vivir en Mónaco y ella tendrá que vivir conmigo. No funcionaría, ya que tendrá bastante que hacer como princesa, aunque no intervendrá en la administración del principado”.

Fue entonces que el 19 de Abril de 1956, una bellísima y radiante Grace Kelly hacía su entrada en la catedral de Nuestra Señora Inmaculada, con su vestido de la diseñadora de vestuario de la Metro-Goldwyn-Mayer, confeccionado con metros de encaje que le cubrían el pecho, y sus finos brazos, con retazos de seda, y el talle, enmarcado con un ligero fajín. En ese tiempo se le consideró un error decorar la armoniosa pieza con perlas a lo largo del cuerpo del vestido y el velo.

A 65 años de la boda de Rainiero y Grace de Mónaco

Foto: Palais Princier de Monaco (Facebook)

Se cree que fue la ignorancia de la diseñadora que no tomó en cuenta que las novias no deberían llevar perlas al altar, y a pesar de ser de mucha elegancia usarlas, traerían lágrimas a la novia. Se dice que la boda fue un trato donde todos ganaban, ya que Mónaco ganaba una princesa y publicidad, lo que serviría de ayuda económica al pequeño principado.

Rainiero podría presentarse como un gobernante de Mónaco fuerte, con una mujer bella y saludable, y que además le daría un heredero. Ella en cambio, perdería su incipiente carrera en el cine (que convertirse en una de las mejores significaba su máxima aspiración), con todo y eso apostó a ser igual de buena en su papel como princesa de Mónaco.

Pero al poco tiempo de contraer matrimonio, Grace comenzó a tener noción de que no había nada en común entre ellos, lo catalogó como frío, seco, controlador y dictatorial, inclusive su familia política mantenía constantemente cuestionándola.

De su unión tuvieron tres hijos: Carolina, Alberto, su heredero y Estefanía.

La historia dio un giro repentino, cuando la princesa de Mónaco sufrió un trágico accidente el 13 de septiembre de 1982, al momento en que ella conducía su Rover P6, la acompañaba su hija menor, Estefanía, mientras regresaban a Mónaco desde su casa de campo. El automóvil se despistó en una curva y cayó 30 metros por un barranco, Grace Kelly falleció al día siguiente por las heridas que le causó la fatal volcadura, tenía 52 años.

“El cuento de hadas” que todos suponíamos con la famosa boda no terminó en un “… y fueron felices para siempre”, pues había fallecido una de las estrellas más bellas y “gélidas” de la industria del cine de Hollywood.