El desastre nuclear ocurrido en el año 1986 en Chernobyl, al parecer no pasó a la generación siguiente. Es decir, las personas que fueron expuestas a la nube de radiación no pasarían los cambios genéticos a sus hijos. Ya hace 35 años de esta catástrofe y se puede decir, la más devastadora que ha sufrido el planeta, y que nos costará olvidar.

Los efectos todavía se perciben en la región, entre los territorios al norte de Ucrania frontera con Bielorrusia. Se ha presentado en la revista Science una investigación sobre el impacto causado por la radiación en los hijos de los sobreviviente, y se muestran los resultados que arrojaron las investigaciones relativamente “tranquilizadoras” para los descendientes de Chernobyl, al igual que para los de Fukushima.

En esta investigación no se pudo comprobar que los padres expuestos a la radiación hayan transmitido algún exceso de alguna mutación a sus hijos, y que fueran concebidos después de la exposición. Evidentemente, no pueden ser excluidos en su totalidad, pues los efectos pueden llegar a suceder, pero los riesgos a ellos son menores sustancialmente de lo que se cree.

En el año 2011 la Organización Mundial de la Salud (OMS), no consideraba sano a ninguno de los 3 millones de niños, que vivían en los territorios oficialmente contaminados por el accidente nuclear de Chernobyl. Esto se debió a las diferentes patologías de diversa gravedad, relacionadas con el debilitamiento de sus defensas.

En una institución de Bielorrusia viven niños con una discapacidad psíquica, ya que al parecer los niños nacidos en la región tuvieron un mayor índice de defectos congénitos y de algún retraso mental, esto según estudio de la ONU que comprobó que debido al accidente, fue el legado de las madres primerizas. Muchas de ellas sentían que tendrían niños enfermos o que estos niños no tendrían futuro.

Debido a la lluvia radiactiva, 400 veces superior a la que liberó la bomba de Hiroshima, y que fue la causante de expulsar a más de 300.000 personas de sus hogares, se desencadenó una epidemia de cáncer de tiroides en la población infantil.

En la actualidad el Instituto Nacional de Cáncer de Maryland, determinó que los padres que fueron expuestos a la radiación de aquella catástrofe nuclear de 1986, no trasmitirían algún cambio genético a su descendencia; esto luego de haber estudiado a 130 niños concebidos después del accidente por algunos sobrevivientes.

En conclusión, seguirán saliendo muchas investigaciones sobre las consecuencias de la exposición que sufrieron los habitantes de esta zona contaminada por la radiación.

(Fuente: Revista Historia National Geographic y CNN en español)