Médica dermatóloga, de nacionalidad alemana, con una personalidad cruel y la única mujer médica juzgada y sentenciada en los juicios de Núremberg. Esta doctora, aunque teniendo un rango menor como muchos otros, colaboró con las masacres y torturas de hombres, mujeres y niños más perversas durante el holocausto.

Oberheuser vino al mundo en Colonia, Alemania, el 15 de mayo de 1911, proveniente de una familia conservadora de clase media-baja, y se interesó en la medicina desde pequeña. Hizo sus estudios de preclínica en Bonn, al oeste de Alemania, pero tuvo que interrumpirlos por problemas económicos, y se vio obligada a regresar a casa de sus padres en Düsseldorf, donde los concluyó.

En 1932, se alistó a la “Liga de muchachas alemanas” (Bund Deutscher Mädel – BDM), cuya política era adoctrinar a las más jóvenes la ideología del “Führer”; fue en el año 1937 que oficialmente formó parte del partido nazi.

Ella y su familia atravesaron por una situación económicamente complicada, por lo que necesitaba mayores ingresos, y así fue como llegó a Ravensbrück, un campamento de entrenamiento cercano a Berlín, que realmente era uno de los primeros campos de concentración de mujeres y niños en aquel país.

Los sádicos experimentos de la enfermera nazi, Herta Oberheuser
Bandera de las Schutzstaffel SS (Wikipedia commons)

Esta sanguinaria doctora se formó tres meses, siendo reclutada como parte del Campo de Concentración en la primavera de 1941, una vez ahí estuvo bajo las ordenes de Karl Franz Gebhardt, quien sería su mentor, jefe de las Waffen SS, defensor y especialista en la experimentación con personas, los llamados “kanichen” o “conejillos de indias”, con la excusa de avanzar en la ciencia.

En estos campos aprendían las diferentes formas de pegar, apalear y asesinar a los presos, y todo sobre los hornos crematorios; las mujeres que por ahí pasaron participaron en una gran cantidad de experimentos, siendo una de las primeras, la prueba de una sustancia llamada sulfonamida, recién descubierta, la cual prometía mitigar las infecciones en los combatientes.

Estos fármacos fueron utilizados para el tratamiento de infecciones bacterianas, y se aplicaban luego de infligir heridas a los prisioneros para luego suministrárselas y ver su eficacia, llegaron a inocular malaria para descartar aquellas en la que su uso era inútil.

Las prisioneras eran en su mayoría polacas, ucranianas y alemanas, las cuales morían en su mayoría de forma inmediata, y las que no, eran fusiladas o sufrían secuelas el resto de sus días. Fue una mujer sumamente cruel, entre sus prácticas estaban: romperles las extremidades a las presas para ver como se regeneraban los músculos y los nervios, para el uso de cirugías plásticas y ver si necesitaban trasplante.

Las heridas las hacían con un martillo, suturando la parte afectada para luego abrirla y ver si resultaba la sutura; al igual que sus órganos eran extirpados así como huesos y extremidades, para después reimplantarlos en soldados heridos de guerra y lograr su regeneración y pronta recuperación. Era amante de las inyecciones de aceite entre las prisioneras, y terminaba con sus vidas de una forma dolorosa.

Experimentó durante dos años y medio en un lugar donde ni los niños se salvaron, ya que les inyectaba aceite y un barbitúrico llamado hexobarbital, que tenía efectos hipnóticos y sedantes para extirparles los órganos y huesos, durante el proceso también les inyectaba aceite para que murieran pero el dolor que les generaba era devastador, y si por alguna razón no morían, ella se encargaba de inyectarles gasolina.

Los sádicos experimentos de la enfermera nazi, Herta Oberheuser
Herta Oberheuser fue sentenciada a 20 años de prisión durante el juicio de los doctores (Wikipedia commons)

Oberheuser fue capturada por los aliados, y tras nueve meses de juicio, fue condenada a 20 años de prisión, el 20 de agosto de 1947, sentencia que se le redujo a 10 años “por buena conducta“.

Una vez libre fue contratada como enfermera en un hospital en la región de Holstein Stocksee, en 1952, pero en 1958 al ser descubierta por una sobreviviente de sus torturas, le fue revocada su licencia, y solo hasta ese momento dejó sus malas prácticas.

Con una vida en la que torturó y mató a tanta gente, y tan sólo 10 años para pagar sus crímenes, falleció en la pequeña ciudad de Linz, Austria, el 24 de enero de 1978.