Todas estas búsquedas del hombre por conocer el interior de la Tierra fue la consecuencia de la competencia entre dos grandes potencias por tener la primicia en todo, tanto del universo como el interior de nuestro hermoso planeta, tanto Estados Unidos como la extinta Unión Soviética comenzaron con dichas exploraciones. En la mitad del siglo XX y con las miradas puestas en la conquista del espacio, algunos geólogos soviéticos apuntaron sus estudios hacia el interior del planeta, fueron décadas cuando la Unión Soviética comenzó con las perforaciones en la Península de Kola en Rusia, dichas inspecciones llegaron a aportar numerosos descubrimientos en su investigación.
En la Tierra lo más lejos que se ha llegado ha sido de 12,2 kilómetros, el punto artificial más profundo al que el hombre ha llegado en la corteza terrestre y fácil no ha sido.
El viaje al centro de la Tierra
Nos preguntamos cuál es la curiosidad del hombre en explorar el planeta y sus profundidades, y teniendo razones para hacerlo, uno de estos objetivos es llegar a estudiar el manto de la Tierra: la capa interior tiene una profundidad de casi 3.000 kilómetros y es con diferencia la más grande de todas. Existe un aproximado de entre 30-50 km de dicha corteza encima de la que estamos, y no tiene comparación, debido a la constante evolución de la tierra y del manto, su motor, la cual modifica la composición geológica del entorno.
Y es que conociendo el manto permitiría saber cómo se comporta, y de ahí llegar a entender mejor algunos fenómenos naturales como los volcanes o los sismos. Se sabe que llegar al manto no es sencillo, pero la sola idea de estar tan cerca podría arrojar datos de mucho interés.
Los soviéticos y los estadounidenses comenzaron con los planes de perforar la corteza y desenterrar los misterios que tienen las profundidades de la tierra. En la URSS iniciaron con el proyecto Kola Superdeep Borehole (KSDB), que consistía en varios agujeros de la península Kola durante varios años.
El Kola Superdeep Borehole o SG-3 cuyo agujero principal ramifica a varios más pequeños, comenzó a escalarse desde 1970 hasta 1989 y alcanzó una profundidad de 12.262 metros desde la superficie hasta su punto más profundo.
“Boca del infierno”
Utilizando un taladro, el cual extraía el material a medida que avanzaba, engullía poco a poco cantidades de tierra y para llegar a la profundidad de los 12 kilómetros se necesitaron dos décadas, acción que se detuvo en 1989 ya que las temperaturas tan altas impidieron seguir escarbando. Los geólogos rusos tenían estimaciones sobre las temperaturas que se podrían encontrar en los tres primeros kilómetros, pero las cosas se empezaron a poner más preocupantes debido a que la temperatura llegó a alcanzar hasta 180 C, en lo más profundo del agujero.
Ellos tenían previsto que llegarían a una temperatura aproximada de 100 C, pero las máquinas comenzaron a fundirse por el calor, añadiendo la porosidad de la roca a partir de cierta profundidad, lo que dificultó el acceso y a seguir con las excavaciones. Como parte del plan, las perforaciones tendrían que llegar a una profundidad de 15 kilómetros para el año 1993, sin embargo, lo que se consiguió fue llegar a los 12.262 metros en 1989; fue a partir de ahí que se canceló el proyecto y al día de hoy solo quedan las ruinas del mismo.
Con esta exploración de 12 km, los geólogos lograron comprender la composición física y química de la corteza y a su vez crear mejores herramientas para estudiar geológicamente el planeta. En el lugar encontraron rocas fracturadas y saturadas de agua que provenían de la corteza profunda y no de la superficie. Se consiguieron además fusiles microscópicos que se mantenían intactos en rocas de más de dos mil millones de años.
Es así que desde hace 27 años el Pozo de Kola fue cerrado por una enorme tapa metálica, incrustada en el hormigón, guardando sus secretos en el interior, y a pesar de no haber podido conseguir el objetivo que era llegar al centro de la tierra, este agujero artificial tiene el honor de ser el más grande nunca antes hecho por el ser humano. Sería llamado Kola “boca del infierno”, de 180 C que mantiene intactas las revelaciones de la URSS.
