Un derrame cerebral en una de las áreas más misteriosas del cerebro, revela su papel potencial en el control de lo que conocemos.

Una mujer canadiense de 28 años que perdió la sensación de tener hambre después de un accidente cerebrovascular, podría ayudarnos a explicar cómo regulamos lo que comemos, y mejora la comprensión de una de las áreas más misteriosas del cerebro.

Esta mujer al ser hospitalizada después de sentirse débil de un lado de su cuerpo y tener problemas para hablar, fue sometida a diferentes exámenes para llegar al problema central, los resultados de las imágenes cerebrales mostraron que había sufrido un derrame cerebral en un área llamada corteza insular.

¿Se puede perder la capacidad de sentir hambre?

Poco después del derrame cerebral la mujer notó un regusto a hierro cada vez que comía algo; esto se resolvió después de unas semanas, pero luego se dio cuenta de que no sentía hambre, incluso cuando no había comido durante mucho tiempo, a menudo olvidaba comer, al grado de llegar a perder hasta 10 kilos, “no tenía forma de saber cuándo era la hora de comer y tenía que crear un horario de comidas”, según Benjamin-Seropian de la Universidad de Quebec en Montreal, Canadá, quien escribió el informe de este caso.

Esta paciente todavía podía saborear, oler y sentir la textura de la comida, pero solo tendía a comer aproximadamente la mitad de lo habitual, porque ya no disfrutaba comiendo, incluso del chocolate, uno de sus dulces preferidos. El hambre de la mujer finalmente volvió unos 15 meses después del accidente cerebrovascular.

Este caso nos da mayor visión, Seropian sugiere que la corteza insular, también conocida como ‘ínsula’, está involucrada en los circuitos cerebrales, que son los que nos motivan a comer. La ínsula es una parte del cerebro de la que menos podemos comprender, ya que se encuentra muy dentro, en los opérculos frontal, parietal y temporal, en la profundidad de la cisura lateral, de esta computadora nuestra llamada cerebro.

¿Se puede perder la capacidad de sentir hambre?

Parece tener un conjunto diverso de funciones involucradas con la conciencia y la memoria, la empatía y el dolor, pero existe una creciente evidencia que también ayuda a procesar señales de diferentes partes del cuerpo, para evaluar nuestro estado corporal; por ejemplo, si estamos hambrientos o satisfechos, calientes o fríos, cansados o descansados. Si la ínsula detecta que algo esta en desequilibrio (como cuando nuestros niveles de azúcar en sangre son demasiado bajos) intentará enmendarlos.

Puede funcionar con otras partes del cerebro para crear una sensación de hambre que anima a comer, dice Yoav Livneh, del Instituto de Ciencias de Weizmann en Israel. Es posible que el cerebro de esta mujer canadiense todavía habría estado recibiendo señales de falta de calorías, pero debido al daño en su ínsula, que regula funciones como saborear, al igual que controlar la presión arterial cuando estamos corriendo o de la excitación sexual, ella no las habría notado.

¿Se puede perder la capacidad de sentir hambre?

Tanto Seropian como sus colegas han descubierto que aquellas personas a las que se les ha extraído la ínsula para tratar la “epilepsia grave”, pueden tener un apetito reducido. Junto con estos hallazgos podrían allanar el camino para nuevos tratamientos de pérdida de peso en casos de obesidad extrema, pero Seropian sugiere que puedan usarse técnicas psicológicas para mejorar la comprensión de la persona y de sus señales corporales de saciedad. De esta manera se enviarían señales eléctricas a la ínsula para evitar comer en exceso, claro, sin que esto afecte otras funciones que cumple la ínsula en diversos comportamientos, ya que se puede correr el riesgo de convertir personas en zombis.

Son casos muy específicos y temas delicados que se encuentran en investigación, esperemos que conforme la ciencia avance se logren resolver problemas alimenticios y de diversa índole que no sean invasivos, buscando siempre nuestro bienestar.