Anoche cuando dormía, soñé, ¡bendita ilusión!, que una colmena tenía dentro de mi corazón; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas blanca cera y dulce miel”.

Antonio Machado, “Anoche cuando dormía”.

 

En el planeta se conocen más de 20 mil especies de abejas. Los pueblos originarios y campesinos de Venezuela conocen algunas y conviven con ellas. La mayoría no tiene aguijón, y son muy diversas, construyen colmenas casi perennes cuando se sienten a gusto en un espacio para vivir, y ahí se quedan, pero cuando el hombre destruye una colmena de nativas, pasará algún tiempo para que las abejas vuelvan, ellas son amables a diferencia de la abeja que vino de Europa que tiene un aguijón peligroso.

Entre abejas y la dulce miel

La apicultura venezolana se basó en las abejas sin aguijón desde tiempos precolombinos hasta el año 1565. Uno de los lugares es el Parque Nacional Waraira Repano ó sitio de las abejas, (El Ávila), en Caracas. Pero también hay abejas en otras regiones como en Sabana Grande, a las faldas de la cordillera andina, a 1500 metros sobre el nivel del mar, un pueblo del estado Lara; ahí las abejas nativas están en todas partes, en los muros de las casas, en la iglesia, en la plaza. Los abuelos las tenían en los jardines y en los cafetales, se trata de las abejas: Arica, Pegones, Angelita, la Abejita del Café.

La abeja nativa más común es ‘la de bola’, del género Paratrigona; la llaman “la abejita del café”, mide medio centímetro, es totalmente negra con pinceladas en color verde pistacho, casi fosforescente, que delinean la cabeza, la parte frontal, el tórax y las patas. Hace sus colmenas en la superficie, también se le llama “boquita de vieja”, porque la circunferencia donde vive tiene una entrada que semeja un tubito de dos centímetros, hecho de un material ceroso y muy poroso, el cual cierran las abejas alrededor de las 6 de la tarde, para impedir que depredadores (las arañas, las lagartijas y otros) arrasen con las crías de abejas, el polen y el néctar.

En sus investigaciones, la bióloga Palmira Guevara, docente de la Universidad Central de Venezuela, relata que el único endulzante que se usaba en la época precolombina era el de las abejas nativas sin aguijón, con variedad de mieles. La alimentación era muy sana y distinta a la que vino de Europa, la imposición de esa civilización significó cambios en los cultivos, sabores y en las costumbres; entre estos: la aparición de la siembra de la caña de azúcar y el abandono de la miel de las abejas nativas por las mieles de las abejas europeas, más tarde africanizadas.

El mundo científico está preocupado, de acuerdo a la Alianza Alemana para la Protección de la Naturaleza, estamos muy cerca de la catástrofe ecológica, según estiman en sólo tres décadas, la población de insectos en Alemania se habrá reducido drásticamente. Eso incluye desde luego a nuestras amigas las abejas. Por ejemplo, en el Apiario de Carabobo en Venezuela, las colmenas han tenido que ser llevadas a otro sitio más silencioso para que las abejas puedan producir, lejos del ruido de los vehículos y las luces nocturnas de la ciudad. Esto ocurre en todo el mundo, y es necesario respetar el ciclo ecológico de nuestros insectos.

“Sin flores no hay insectos, Sin insectos no hay miel”