Si la voz del maizal le hubiese dicho “Tim Anderson” a Ray Kinsella, el personaje interpretado por Kevin Costner en El Campo de los Sueños no sabría qué pasaría más de 30 años después de haber construido el legendario campo de béisbol en su granja de Iowa.

En Dyersville, la pelota golpea al maíz indicado el final del juego. Los Chicago White Sox dejan en el terreno a los New York Yankees con un jonrón de Tim Anderson, la estrella del equipo. El maíz es el receptor de la hazaña, no el guante de un fanático en un estadio moderno de decenas de miles de personas en una apurada ciudad. Es la tierra fértil en verano, sustento de los vivos y descanso de los muertos, la que acoge un símbolo que va más allá del deporte, la verdadera moraleja de la película Field of Dreams de 1989.

El Campo de los Sueños de la MLB

Fuente: https://www.correodelcaroni.com/deportes/un-triunfo-de-ensueno-en-el-campo-de-los-suenos/

Millones son los fanáticos del deporte, pocos logran entender su verdadera esencia, menos son los que podrán explicarlo en palabras. Estimula la imaginación una idea, la de intuir qué es lo que hay más allá del plano terrenal; qué es lo nos espera después de la muerte. Verídico es que es una posibilidad – sujeta a cualquier obsesión o pasión intrínseca – pisar un campo de béisbol y preguntar “… ¿Esto es el cielo?”. No, es Iowa.

El Campo de los Sueños que revivió la MLB rinde homenaje a un simple filme, la historia de una familia, de un granjero y su búsqueda de reivindicación con su difunto padre. En un mundo donde todo aparenta ser una movida de mercadotecnia, las Grandes Ligas atinaron en vender los casi 8000 asientos más costosos de la historia del béisbol y una importante ganancia por derechos televisivos, todos querían ver este juego.

Más romántico que ingenuo es pensar que la mayoría de los espectadores presentes y remotos desearon presenciar este evento para reconectarse con la mística de la película. Cuando el deporte genera millones y millones, cada esquina cubierta por alguna publicidad y the powers that be influyendo en cada decisión deportiva, este juego homenajea el sentimiento más básico y puro por el béisbol: padre e hijo jugando a la pelota y unos viejos amigos haciendo lo que más les gusta.

Digna presentación fue la de ambos equipos para una noche tan esperada. El drama no se hizo esperar, como el de la película cuando Ray Kinsella no podía cumplir con lo que la voz del maizal le pedía, cerca de perder su tan preciada granja ante los bancos. Dos cuadrangulares de Aaron Judge y Giancarlo Stanton frente el estelar cerrador Liam Hendricks impulsaban a los Yankees en la alta de la novena entrada.

Momento de tensión y la atención total de la audiencia. Es la escena final con Tim Anderson y el cerrador Zack Britton de los Yankees como protagonistas. El campocorto de Chicago conecta en un sublime jonrón y le da la vuelta al diamante. Los White Sox dejan en el terreno a los Yankees, ambos con uniformes de 1919. La euforia se hace sentir, un evento de interés mundial culmina con un cierre de Hollywood, en un cultivo de maizales en pleno corazón rural de los Estados Unidos.

De qué se habla cuando se habla sobre béisbol. Es difícil de explicar. Es más sencillo sentirlo, como lo logró la película del Campo de los Sueños y la empatía con Shoeless Joe Jackson, quien al morir solo quería seguir jugado al béisbol que se le fue confiscado en 1919.

Algunos de nosotros, quizás, un día sabremos a donde quisiéramos partir cuando la inminente muerte nos alcance. Donde podamos hacer lo que más nos gusta mientras se nos da una segunda oportunidad para corregir algunos asuntos pendientes de nuestras vidas pasadas. Se lee como un lindo concepto del cielo. Es formidable que la MLB le rinda tributo.