Recientemente, el mexicano @luisitocomunica mostró en sus redes sociales la compra de una casa con vista al mar en la ciudad de Lechería, en el Oriente de Venezuela. Ahí se dispararon muchos comentarios, algunos le felicitan, otros le ofrecen viviendas en diferentes países como Colombia, y otros tantos le preguntan por su sano juicio debido a la situación complicada por la que pasa el país. Pero detrás de este hecho hay una realidad que duele.

Contexto

El país afronta una crisis económica con dolarización no oficial, que tiene al sector inmobiliario en una recesión de más de 6 años, aunque durante la pandemia se notó un leve crecimiento.

También es importante considerar la masiva migración por estratos sociales, donde primero se fueron los grandes capitales, “la clase alta”, le siguieron los talentos profesionales, “clase media”, fuertemente atacada, y después los más vulnerables, “los que no tenían nada que perder”.

Sin embargo, en el país subsisten personas de todas las clases por diferentes motivos: los apegos, la esperanza, el miedo al cambio o la edad. Con estos movimientos se puede decir, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que 5 millones de venezolanos son migrantes en diferentes países del mundo.

Las viviendas y otros bienes

Un gran porcentaje se marchó vendiendo todos sus bienes porque no tenían intenciones claras de volver.

Según una publicación de Noticias 24: “los precios suben porque la gente tiene una percepción de poco alcance, y aquello de mango bajito o conseguir una oferta, se acabó”, dijo el Presidente de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela, Francisco López.

Las dos caras de Venezuela

 

Las negociaciones inmobiliarias a pesar de la pandemia subieron un 25%, consiguiendo propiedades en las principales ciudades del país, en zona residencial de clase media baja, desde 7 mil y hasta 20 mil dólares americanos.

 

Necesidad vs sobrevivencia

El venezolano que reside en el país no tiene acceso a financiamiento para restaurar su vivienda, de manera que los inmuebles enfrentan grandes problemas de mantenimiento.

Los servicios públicos en todo el país son precarios, no hay agua, fallas eléctricas, gasolina por turnos y dolarizada, inseguridad personal y jurídica.

Dos realidades

Quien vende una casa unifamiliar en Venezuela, obtendrá con suerte 10 mil $, pero eso no corresponde con el valor real de la misma, por consiguiente, no podrá establecerse en ninguna ciudad del mundo y habría echado por la borda todo su trabajo, su patrimonio y su porvenir.

La dualidad del país muestra un grupo humano sin capacidad de compra ni de ahorro, que eventualmente recibe del exterior el “oxígeno” que pone en circulación en la economía, beneficiando al gobierno. Y otro grupo, se ubica en diferentes actividades, muchas relacionadas con el Estado, que maneja cuantiosas sumas de dinero y desgraciadamente es el que se ve a través de las redes sociales, haciendo de Venezuela un país con dos caras.

Lo peor y un tema para estudio psicológico, son los que derrochan a manos llenas y viven en barrios empobrecidos, con dinero que fácil llegó y fácil se va.

Para los que sientan que es hora de invertir hay muchas opciones, pero el país no ha mejorado, solamente ya no tiene donde caer más bajo, y se sostiene en la decencia de los buenos venezolanos.